Una nueva entrada de “Hoy Compartimos”, ya sabéis: la quedada mensual de un grupo de bloggers (muy majetas, por cierto!) donde compartir un tema común cada una desde su perspectiva. COMENZAMOS!
Soy la menor de cuatro hermanos. Nací y crecí en Madrid; mi abuela vivía con nosotros; en el piso de al lado, mis tíos y mis primos; y un piso más abajo, la cuñada de mi abuela y su hermana, para mí, mis tías.
Con este croquis os podéis imaginar la multitud de historietas que se me vienen a la cabeza para compartir en este “RECUERDOS”.
Sin embargo, he elegido uno que, indudablemente, empezó en mi infancia y que me ha acompañado toda mi vida.
Desde bien pequeña, unos 2 o 3 años, me “flipaba” todo bicho viviente: jilgueros, pollitos, un pato, 3 hamsters, gusanos de seda, peces… Era lo máximo permitido en casa: mínimo cuidado, sin especial supervisión adulta y lo más importante, que estuviera en jaula o similar (caja de zapatos, pecera…)
Todos estos pobres animalitos sufrieron las ansias de una niña inquieta que quería más un compañer@ de juegos, que ver a su mascota desde el otro lado de la jaula. Así que, incluso antes de aprender a escribir, ya le pedía a mi madre que pusiera en mi carta de Reyes:
“Queridos Reyes Magos:
Como este año he sido muy buena, os pido que le traigáis a mis hermanos todo lo que se han pedido; a mi abuela, unas medias y a mi madre, un abrigo de visón. Y para mí, un PERRO.
Muchas gracias. Muchos besos.
Marta.”
Está fue mi carta de Reyes hasta por lo menos los 8 años. Para mí, era todo un fenómeno inexplicable que a mi madre nunca le trajeran el abrigo de visón (a día de hoy, es inexplicable saber de dónde saqué yo la idea de pedirle tal cosa, jaja!) y que a mí no me trajeran el perro.
Pues bien, una noche de Reyes, a eso de las 5 de la madrugada, me levanté con mi hermana mayor para espiar en el salón y saber si habían venido los Reyes.
De puntillas, a oscuras y en el más profundo silencio (o eso creíamos!) fuimos hasta el salón en el que se adivinaban, entre sombras, un montón de paquetes; pero entre todas las sombras, una silueta muy sospechosa.
¿Se habrían enterado ya los Reyes de cuál era mi más ansiado regalo? ¿Sería por fin ese año…?
Volvimos a la cama corriendo: por aquellos años, existía la creencia de que si te levantabas antes de tiempo (o te dormías tarde, o no te portabas bien durante el año…), los Reyes se llevaban los regalos.
Yo pasé acurrucada en mi cama casi sin respirar los 5 minutos más largos de mi infancia, entre miedo, entusiasmo y ansias por salir corriendo al salón y encender la luz. Salí corriendo, pero al cuarto de mi madre; así que a eso de las 5.30 a.m. ya estaba todo el mundo en pie.
ENCENDÍAMOS LAS LUCES DEL SALÓN:
No era capaz de moverme, casi ni podía hablar; era un perro, sí, pero rosa; de peluche, sí, pero rígido; para mí, sí, pero no era lo que yo quería!
Me impresionó tantísimo que los Reyes no captaran mi mensaje, que JAMÁS volví a pedirme un perro. Pero mi idea no desistió.
Durante años hice de recadera de mi hermano yéndole a comprar tebeos de Tintín y Asterix a cambio de quedarme con las vueltas y así poder comprarme revistas de perros.
Por muy grande que fuera mi deseo, mi insistencia y mi constancia, (de alabar en un culo inquieto que cambiaba de parecer cada 5 minutos), mi madre no estaba por la labor de aumentar la familia con un peludo de 4 patas.
Tuve que esperar a independizarme.
El 28 de Diciembre de 2009, nos presentaron a Caneli en la maravillosa aldea canina de Las Nieves y a la que le estaremos eternamente agradecidos, no solo por darnos a la mejor perra del mundo, sino también por la enorme dedicación y el fabuloso trabajo que realizan todos los días del año.
Mi madre y Caneli a día de hoy, mantienen increíbles conversaciones; Caneli es el miembro de la familia por el que más preguntan y no falta en ningún evento o foto familiar.
GRACIAS DE CORAZÓN A LOS REYES MAGOS POR NO HABERME HECHO CASO!
P.D.: JAMÁS comprenderemos el maltrato o abandono animal